Una mujer canta y un coro la acompaña. Flautas medievales insinúan odaliscas que contonean sus caderas. Con ojos de panteras heridas, completan el recorrido de la voz que sigue rasgando la dulzura.
Ahora canta un hombre y su voz es el canto gutural de un sapo. No me gusta el sonido que ,ahora como ganso, produce al cantar. Se marea con su propia voz y de repente irrumpe la dulce voz acompañada del coro. El sapo poseído aterriza junto a la psicodélica serpiente y se queda callado.
La esperanza debe tener cara algerina..Me detengo en su oasis a descansar.
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